Benito Jerónimo Feijoo(1676-1764)
Teatro Crítico Universal (1749)
(discursos varios en todo género de materias para desengaño de
errores comunes)
Tomo V Discurso 9
Nuevas Paradojas Físicas . Paradoja Tercera
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El ambiente impelido no enfría más que el que está
quieto.
Esta paradoja moverá sin duda a
admiración, o a rifa, a cualquiera que la lea, por ser tan universal la
experiencia, que, al parecer, acredita evidentemente lo contrario. Todos ven,
que el ambiente cálido del Estío, estando quieto, nos acalora ; y movido con
un abanico, u otro cualquiera cuerpo nos refresca ; que el mismo aire que
respiramos, aunque sale cálido de nuestras entrañas, impelido con fuerza
contra la mano, la enfría ; que lo mismo sucede, respecto de cualquiera
licor, que sale cálido de el fuego ; y asé, el modo más fácil de templar
el caldo, cuando está muy caliente es soplarle.
Sin embargo, la Paradoja es verdaderísima. Propongo
en prueba de ello un experimento claro. Sóplese con unos fuelles, cuanto se
quiera, contra la bola de un termómetro ; no bajará el licor poco, ni mucho
; y bajaría precisamente, si el termómetro se enfriase. Esto sucede
constantemente en cualquier grado de frío, u de calor, en que esté el espíritu
contenido en el termómetro. Solo es menester la precaución de que los
fuelles, antes de hacer el experimento, estén algún tiempo en la misma
cuadra, donde está el termómetro ; porque si estuviesen expuestos a otro
ambiente más frío, con la frialdad adquirida enfriarían algo el mismo
ambiente, que reciben , y soplan, por consiguiente el soplo enfriaría
levemente el termómetro.
Porque no todos tienen a mano termómetro para hacer este
experimento, digo, que lo mismo sucederá universalmente, soplando, o con
fuelles, o con la respiración propia, cualquiera cuerpos, de quienes no
salgan efluvios cálidos, como informará manifiestamente el tacto. En esta
excepción de cuerpos de quienes no salgan efluvios cálidos, empiezo a
mostrar la clave, con que se descifra el misterio de esta paradoja, y la
solución con que se desata el nudo de la dificultad, que ocasionan los
experimentos al parecer contrarios.
Digo, pues, que el aire impelido no hace otra cosa, que
apartar los efluvios cálidos de la superficie de los cuerpos , de donde
emanan, los cuales, con su contigüidad, o inmediación conservaban, o
fomentaban el calor de los mismos cuerpos. Nuestros cuerpos, por ejemplo,
incesantemente están expirando gran cantidad de estos efluvios, de modo, que
siempre están ceñidos de una Atmósfera de exhalaciones, y vapores, que,
saliendo calientes de el cuerpo, conservan algún tiempo el calor, por
consiguiente defienden del frío del ambiente externo la superficie de los
miembros. Lo que hace, pues, el aire impelido, es remover esta causa
conservante de el calor, y entre tanto recibe los cuerpos en su superficie
aquel grado de frío, y no mayor, que es capaz de producir el mismo ambiente
quieto, no estorbado de la Atmósfera cálida.
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